Cómo superar una relación tóxica con amor propio
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¿Cómo superar una relación tóxica y violenta? Todas podemos caer en una. Pero el amor propio puede salvarte. En este post te cuento cómo me pasó a mí.
Tres días estuve huyendo del tema de Ingrid Escamilla. ¿Por qué? Soy súper sensible a esos temas. No puedo con las fotos de los periódicos de nota roja, nunca he podido.
Todavía recuerdo cuando, hace un año, escuché en la radio un reportaje sobre la violencia de género en México en el marco del Día Internacional de la Mujer y, tanto me conmovieron las historias y los testimonios, que no paré de llorar desconsoladamente por horas.
Indignación, dolor, rabia, miedo e impotencia fueron los sentimientos que tuve al enterarme de lo que le sucedió a Ingrid Escamilla. ¿Qué es lo que más duele? Que en esta ocasión, como en muchas otras, el enemigo estaba en casa.
¿Por qué duele? Porque es increíble pensar que nos maten en el techo en el que vivimos; es inconcebible que la persona a la que amamos sea la que pueda terminar con nuestra vida.
Muchas podrían decir, “eso no me va a pasar a mí” o “yo jamás permitiría que me violentaran”. Y lo entiendo. Eso es lo que todas pensamos.
Eso es lo que yo pensaba hasta que, sin saber cómo, me enamoré de un hombre violento.
Pero la cosa no es tan sencilla, no pasa porque sí… Muchas veces pasa, sin que nos demos cuenta. ¿No me crees? Por favor, lee mi historia.
Todo empezó como una novela romántica: Él regresó a mi vida luego de más de 20 años. Lo recordé como en ese entonces, un niño tierno enamoradísimo de mí. Yo tenía mucho tiempo sola, ya curada del corazón y con ganas de lanzarme de nuevo a los brazos del amor.
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Al principio, todo era bonito. Me escribía todo el tiempo, me iba a ver a mi casa, era el hombre más respetuoso y educado con el que había salido. Tuvo tantos detalles conmigo y tenía tanto que no me trataban de esta forma que caí redondita.
Pronto se fue a vivir a mi casa. Los primeros meses fueron lindos pero pronto empezó a decirme cosas como “es que no me obedeces” y a mí me hacía mucha gracia pues pensaba que lo decía bromeando.
Luego empezó a limitarme en la ropa que usaba… Y si tú tienes mucho tiempo leyéndome y siguiéndome en mis redes sociales, que mi estilo muchas veces es bastante destapadito. En fin, tuve que dejar de usar ropa transparente o muy corta.
Después, llegó el “No quiero que subas fotos en ropa interior porque mi mujer no puede andar ahí enseñando todo, ¿qué va a decir la gente?”.
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Al principio me resistí pues mi vocecita interior me decía que él no debía prohibirme nada; pero claro, otra parte de mí, la que se quedó con todas las estúpidas ideas machistas que me enseñaron en casa, me decía “te cela porque te quiere”.
Semanas más tarde, revisó mi celular. Y claro, encontró lo que buscaba. Y no, no me refiero a pruebas de infidelidad porque jamás lo engañé; pero sí halló bastantes conversaciones con amigos, con hombres de mi pasado (no necesariamente recientes) y charlas sobre él.
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Está por demás decir que fue el principio de la decadencia. De alguna manera, empezó a meter en la conversación detalles de mi vida que yo jamás le había contado. Poco a poco, me di cuenta que él sabía todo de mí y que yo me había quedado sin privacidad.
Podrás pensar, “pero debemos contarles todo a nuestras parejas” pero no. Como individuos tenemos derecho a esos pensamientos, recuerdos o reflexiones que sólo queremos compartir con ciertas personas o, incluso, reservar para nosotros.
Por supuesto, el ambiente en mi hogar se tornó gris pues la violencia verbal y psicológica había empezado.
Incluso, en los momentos de intimidad, había comentarios hirientes. “Tú no me haces feliz”, me decía cada día. Y yo respondía “no es mi tarea hacerlo”, pero seguía ahí…. ¿Por qué?
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Porque, para empezar, me daba pena aceptar que una vez más había fracasado en mi relación. Porque mi hijo ya había visto pasar dos relaciones anteriores que no habían funcionado y me preocupaba mucho lo que él pensara de mí (como si me fuera a juzgar a su corta edad).
Porque mi familia comentaría nuevamente en alguna cena: “¿qué les haces que no te duran?” y me sentiría terriblemente juzgada y culpable por no ser buen “material de novia/esposa”.
Mil cosas pasaron por mi cabeza pero lo que más me decía a mí misma era:
“Eres una hipócrita, Arheli. Vas por la vida diciendo a las mujeres que deben amarse, que primero son ellas, que no deben dejar que nadie las haga sentir menos y mírate”.
Todos los días estaba triste y pensativa. Pero tenía que seguir con buena cara hacia afuera porque nadie podía saber lo que pasaba en mi casa… Hasta que llegó el día que la violencia fue física.
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Recuerdo perfectamente que estaba dormida y, de repente, en un arranque de celos, me levantó de la almohada jalándome del cabello y me gritó: «¡Sigues de puta!»… Y yo lo único que pude pensar fue: ¿En qué momento llegué a esta situación?
Fue ahí cuando reaccioné y dije, “NO MÁS”. Me levanté enseguida y lo enfrenté pues no podía dejar que me maltratara en MI PROPIA CASA y con mi hijo en la habitación de al lado.
Los siguientes días, intentó arreglar las cosas, pero yo ya había abierto los ojos: ESO NO ERA AMOR. Y yo ya no quería vivir esa vida.
Pronto se fue de mi casa y me buscó para pedirme perdón pero ya era tarde; mi amor propio había despertado luego de un largo sueño y YO YA NO QUERÍA REGRESAR.
¿Por qué te cuento todo esto? Porque quiero que te des cuenta que todas estamos podemos caer en esta situación, que ninguna esté exenta por muy chingona que se sienta, por mucho que se quiera, por muy preparada que sea.
TODAS podemos caer en una relación violenta sin darnos cuenta.
Porque, en el fondo, traemos arrastrando pensamientos retrógradas inculcados por una sociedad machista hasta los huesos:
- Si ese niño te pega y te molesta, es porque le gustas.
- Si te cela, es porque te ama y no quiere que nadie te mire.
- ¿Te engañó? Perdónalo, es hombre y tiene que satisfacer sus necesidades / Es que te descuidaste con los niños / hazlo por tus hijos, ¿cómo van a crecer en un hogar roto?
Y si a lo anterior le agregamos las clásicas de las gordas…
- Nadie te va a querer porque a ningún hombre le gustan las gordas.
- Da gracias de que se fijó en ti.
- Cuídalo mucho, no vaya a ser que llegue una guapa y te lo quite.
Ni cómo ayudarnos.
Hoy quiero decirte que pensar de esta forma no es tu culpa. Es complicadísimo y lleva mucho tiempo hacernos conscientes de estos pensamientos.
También quiero decirte que, si bien traemos ese chip; todo lo aprendido, se puede desaprender.
Quiero que sepas que sí, que ya sé que, si estás pasando por una situación similar, seguro no se lo has dicho a nadie porque tienes miedo; ya sea a quedarte sola, a que te quite a tus hijos, a que tu familia te juzgue, a que la sociedad te señale o hasta a volver a empezar.
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Y lo entiendo perfecto. Pero también quiero que sepas que lo que estás viviendo tiene solución. QUE NO ESTÁS SOLA Y QUE SI NECESITAS AYUDA, PUEDES CONTAR CONMIGO. Para hablar, para desahogarte, para huir o para agarrar la fuerza que necesitas para salir corriendo de ahí.
Hoy quiero decirte que aunque siempre hablo de la importancia de quererse para poder usar la ropa que gusta y te haga sentir bonita, EL AMOR PROPIO TAMBIÉN PUEDE SALVARTE.
Y es que cuando tú te amas, no te permites estar con alguien que te quiera menos que tú. Y es que si tú aprendes a reconocer lo mucho que vales, poco a poco te darás cuenta que que mereces que te respeten, te cuiden y te amen bonito… Sin peros, sin mentiras, sin celos ni maltratos.
No estás sola, te tienes a ti… Y nada es más importante que eso.